Sobre el "Realismo sin renuncia"

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Verónica Cifuentes.
Presidenta Regional del Partido Progresista.
En la presente columna proponemos exponer el origen epistemológico del concepto “realismo sin renuncia” del gobierno de la Nueva Mayoría, en la cual descubramos cuáles son los fundamentos desde la ciencia política e incluso de la filosofía, que hay detrás de esa afirmación, y si es que se ajusta tanto en forma como contenido con lo que se ha intentado transmitir desde el Gobierno a través de los medios de comunicación.

 

En primer lugar, al descomponer la frase “realismo sin renuncia” tenemos que al analizar el concepto de realismo, éste hace referencia al realismo político. Es decir, actuar de acuerdo a las “condiciones objetivas” que ofrece el escenario en todas sus dimensiones: política, económica, social, internacional, etc.

Este concepto, acuñado y conocido mundialmente por la obra de Nicolás Maquiavelo, propone que el gobernante debe actuar siempre con realismo político, para lo cual debe ser capaz de percibir las cosas como son y no como quisiera que fueran.

Con esta afirmación se intenta argumentar en favor de la acción política el hecho de que previamente se hizo un diagnóstico de carácter objetivo de la realidad.

Sin embargo vemos cómo para llegar a ésta se requiere de un proceso subjetivo de percepción de lo que la realidad es.

Como sabemos a lo largo de la historia diversos autores en el campo de la filosofía han planteado que la realidad no es una cosa objetiva sino más bien una construcción de parte de quien la observa o estudia.

Por lo tanto o más importante que lo que se estudia es quien lo estudia.

Basándonos en este hecho, de que quien estudia el fenómeno es una parte importante de lo que se percibe él, no es extraño que los economistas que conforman el Gabinete Político de La Moneda (Valdés y Eyzaguirre, quienes a su vez antes se reunieron con el empresariado), hayan llegado a la conclusión que la realidad del país impedía llevar a cabo las reformas estructurales, ya que desde su ojo, lo urgente, lo relevante, lo prioritario es “retomar la senda de crecimiento” y “ajustarse el pantalón” mientras ello ocurra, postergando, para otro momento, indefinido, la concreción de dicho paquete de reformas.  

Sin embargo existe otra realidad, que está de La Moneda hacia afuera y que seguramente percibe de manera diferente lo que ocurre en el país. De ahí los bajísimos niveles de apoyo a la gestión del Gobierno (sin ser las encuestas tampoco un instrumento objetivo, sino más bien una suma de subjetividades). Afuera, por lo tanto hay una lectura diferente de la realidad, sobre la cual el Ejecutivo aún parece no ha tomado nota, o si lo ha hecho, no la ha considerado relevante a la hora de su diagnóstico de la realidad.

 Por lo tanto, la frase realismo sin renuncia es una contradicción o un oxímoron, es decir, dos conceptos que son opuestos, nos pretenden hacer creer que pueden convivir en una misma frase.

 El lenguaje puede ser un arma peligrosa dependiendo del fin para el que se utilice, pero puedes terminar disparándote en los pies si no lo usas de la manera adecuada.

 La única lógica conclusión dadas las impropiedades del lenguaje utilizado es que realismo y renuncia, en el mensaje gubernamental, significan lo mismo.

 

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