La PDI incauta en forma muy cauta y la prensa oficialista lo publica cautelosamente

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Alicia Gariazzo
La prensa oficialista de nuestro país, TV y diarios impresos tradicionales, se destaca en el
mundo por la forma en que selecciona las noticias y profundiza los problemas que nos
afectan. En los últimos meses, ha descrito hasta en los más mínimos detalles la
corrupción política de las personas, pero ha ignorado en forma olímpica, la corrupción de
las empresas que ejercieron el cohecho y la coima. Se sorprende que jóvenes
endeudados de por vida por pagar sus estudios, quieran incendiar los Bancos usureros y
jamás analiza lo que estos les cobran.

Les es indiferente el lavado de dinero que han
permitido las facilidades al capital extranjero, especialmente el DL600, pero denuncian la
desaceleración de la economía por el supuesto impacto de la eliminación de este, en una
reforma tributaria que aún no se aplica. No dan ninguna importancia a las toneladas de
coca que pasan por nuestro país y que, al igual que el neoliberalismo, chorrean. Menos
aún a las que desaparecen después de ser incautadas. Debe ser porque en Chile las
instituciones que mejor funcionan son las leyes del embudo y del burro aquel. O bien que
tengo que preguntarle a Habitat para que me explique y así yo pueda entender.

Hace unos años en dos ocasiones se informó, rápidamente y como al pasar, que habían
desaparecido un par de toneladas de cocaína decomisada desde las oficinas de la PDI.
Nunca más se supo ni de culpables ni menos de la coca. En julio 2011, se archivaba la
causa del marido de la Senadora Van Rysselberghe por tener una plantación de
marihuana en su fundo.

Si revisamos la prensa de los últimos meses encontramos infinitos decomisos y hallazgos
de la PDI de los cuales, posteriormente, poco se sabe. En septiembre 2014, encuentra 2,4
toneladas, por valor de 17 mil millones de pesos, de coca y marihuana prensada, mientras
la trasladaban en un minibús de Calama a Santiago, en la llamada Operación Mascarada.
En enero 2015 decomisan en Iquique una tonelada de marihuana prensada y pasta base,
ambas provenientes del Paraguay. La Brigada Antinarcóticos de Copiapó en la Operación
Desierto de Atacama, el 5 de febrero de 2015, encuentra 300 kilos de coca. El 2 de marzo
se decomisan 615 kilos de esta en un vehículo disfrazado de carro de Bomberos. El 19 de
marzo se detiene banda en Cartagena que cocinaba cocaína líquida en un laboratorio. El
3 de abril se incauta cocaína en un Colegio de Frutillar. El 20 de abril la PDI decomisó
cocaína avaluada en 100 millones de pesos. El 24 de abril en Arica se decomisaron 33
kilos de la droga, disfrazada de cebollas. El 27 de abril, la PDI de Puerto Montt incautó
9.740 dosis de una droga nueva, la parametoximetanfetamina, llamada Bomba. El 1 de
mayo se incauta 7,5 Kgs de coca, marihuana prensada y pasta base en San Bernardo por
denuncia ciudadana. El 7 de mayo, tres mujeres llevaban 2,4 kilos en su cuerpo en forma
de ovoides. Hace un par de días, el líder de la huelga de los trabajadores de Aduana,
cuando relataba que ellos detectan el 40% de la droga confiscada y que si tuvieran
mayores atribuciones fiscalizadoras detectarían mucho más, nos cuenta que en Francia
se había encontrado un camión, proveniente de Chile, con 500 kilos de cocaína que había
salido a través del DAKAR.

Lo más pintoresco ha sido el ignorado informe que rindió en julio 2011, el entonces
Subsecretario del Interior Rodrigo Ubilla frente a una Comisión de la Cámara de
Diputados. Allí expuso, que el Gobierno de Piñera estaba incautando 20 toneladas
anuales de cocaína, que el cálculo internacional era que en una frontera como la chilena
en el norte se puede incautar un 25% de lo que ingresa. Por tanto, a Chile ingresan 60
toneladas anuales que se consumen o salen del territorio para ser comercializadas en el
extranjero. Agregó que tenemos casi un total de 1.350 kilómetros de fronteras entre tres
países con altas vulnerabilidades. 947 kilómetros con los dos países que producen el 54
por ciento de la cocaína del mundo: Bolivia y Perú. Entre 2000 y 2009 el cultivo de coca
en Perú creció un 38% y en Bolivia, un 112, debido a que este está trasladándose allí
desde Colombia. Hay casi 400 kilómetros de frontera con Argentina en Antofagasta que
contiene las vías naturales que nos comunican con Brasil y Paraguay, desde donde
proviene la marihuana prensada y la pasta base. Finalmente, relató, la Policía
Internacional descubrió que, entre fines de 2009 y principios de 2011, en un poco más de
20 meses, se incautó en puertos de África, Asia y Europa, más de siete toneladas de
drogas provenientes de puertos chilenos, principalmente de Arica.

Al igual que el camión de DAKAR, esa droga ingresó, salió y no fue detectada.
Esto podría preocupar a la prensa, a los economistas del modelo o, al menos, a los
católicos que luchan por el derecho a la vida. No sabemos el impacto en nuestra sociedad
de este narcotráfico, que es creciente según datos oficiales. ¿Cómo ello puede ser
nacionalmente ignorado? ¿Será por sus efectos en el empleo?

El desempleo en Chile es bajo según los indicadores oficiales, pero todos sabemos que la
industria extractora de recursos naturales no renovables, base del desarrollo económico
de nuestro país, ocupa muy poca mano de obra. También, que la industria financiera,
segundo polo de nuestro desarrollo económico, cada vez expulsa más mano de obra por
el desarrollo de la industria digital. Toda la tecnología, en puertos, aduanas, carreteras,
incuso en el retail, es expulsora de mano de obra, pero en Chile no hay desempleo.
El neoliberalismo, preocupado por esto, ya que la externalización de la manufactura al
Asia, donde se usa trabajo semi esclavo de mujeres y niños, es irreversible, ha
compensado la pérdida de fuentes de trabajo desarrollando la industria de la entretención.
Así, en todas las regiones de nuestro país se instalaron casinos de juegos, los mismos
que importan las máquinas de juego que proliferan en todos los barrios populares. En
Valparaíso hay cuadras enteras de locales donde estas máquinas reciben los sueños y
esperanzas del consumismo nacional, especialmente en los alrededores del Congreso de
la República.

Chile es unos de los países más caros del mundo, especialmente en los lugares
vinculados a la entretención, pero, cada fin de semana, los bares están repletos desde los
jueves. En los balnearios, amplios sectores de la población consumen a manos llenas a
estos precios vergonzosos y no hay espectáculo magistral que no se replete de jóvenes
de extracción popular que vienen de remotos confines, incluso a permanecer varios días
en los lugares que rodean los eventos. Esto es contradictorio con las ferias de las pulgas,
que cada vez crecen más con vendedores de cosas viejas. Los llamados coleros, muchos
de los cuales venden un par de juguetes de plástico desvencijado y algunas botas viejas,
incomprables. En Valparaíso, en la Avenida Argentina, la feria de los domingos ya inunda
la Plaza O”Higgins completa, incluyendo las calles aledañas. Lo mismo ocurre en otros
barrios y en las poblaciones los “coleros” son famosos por sus 4×4.

Nada de esto se comenta en Chile. Todo pasa piola sin que nuestros gobernantes, o los
candidatos a serlo, nos describan la sociedad que aspiran construir o el modelo que han
luchado por dirigir desde 1973. 

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