COLUMNA | Una simple historia, muchas elecciones

COLUMNA | Una simple historia, muchas elecciones

Lilian Quilaqueo,

militante Progresista

Era tan común la situación que siempre pensé que así era la vida, con 14 años y “enamorada” debías hacer lo que te habían enseñado. Por eso mismo, no me sorprendió y seguí la petición de mi pololo en aquel entonces. La invitación era al centro, un helado, me pasó a buscar a mi casa y debí bajar la falda y cambiar mi polera porque para él, eran ambas muy cortas.

Así empezó todo, cada día fue una nueva “sugerencia”, acerca de cómo vestir, caminar, hablar y hasta pensar. Me resultó muy difícil darme cuenta de la anulación de la que estaba siendo objeto, a mí me enseñaron a ser siempre correcta, para que nadie dijera o pensara algo malo, y sobre todo a hacer siempre lo que el hombre decía que era lo correcto.

Un día sin pensarlo mucho me puse la polerita que me encantaba, y salí a verlo a una plaza. Un poco antes de juntarnos pasaron cerca de mí dos niños y me dijeron unos “piropos” muy groseros y de tono sexual, los cuales él escuchó ya que venía detrás de ellos. ¡Quedé pasmada! ese muchacho que era tan tierno conmigo se transformó en una bestia. Luego de la pelea, auxilié sus heridas y nos fuimos a mi casa.

En ese momento entendí que ninguno a mi alrededor pensaba como yo. Mi pololo comentó a mis padres que “por mi culpa” se agarró a combos, porque los tipos se calentaron por cómo me vestía. Ellos no sólo lo apoyaron, sino que también me prohibieron usar esa ropa nuevamente. ¡Plop!

Avanzaban los meses y yo me sentía cada vez peor, imaginen; adolescencia, padre restrictivo, madre muy dura, iglesia católica y su doctrina, pololo posesivo y absorbente, y un espíritu (que lentamente comenzaba a aparecer) que me decía incesantemente que nada estaba bien, ¡mi cabeza era realmente un lío! Aun así, lamentablemente, no me decidía a hacer nada en concreto, más que reclamar en algunas situaciones.

Fue mi elección de colegio, en otra comuna y las chicas que ahí fui conociendo, quienes me abrieron un nuevo mundo de pensamiento y posibilidades. Pero fue la conversación con la tía más vieja del clan, la que me hizo dar el corte definitivo y radical. Ella me dijo claramente que nada ni nadie en este mundo era más importante que yo misma, y que si yo sentía que algo estaba mal, así era, sin lugar a dudas. Comenzaba mi largo y difícil camino por el feminismo.

Al mirar hacia atrás, entiendo que los tiempos han cambiado. Mis enseñanzas como madre no ha sido iguales a las que yo tuve, sin duda, pero las mujeres seguimos viviendo este tipo de “simples historias”.

Si llegaste hasta acá, es porque las ideas Progresistas te conmueven. ¡Súmate como militante a la fuerza de cambio!

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