[Columna] Raffaella Carrà, Pepe Mujica y el imperativo político de la unidad de los demócratas progresistas

[Columna] Raffaella Carrà, Pepe Mujica y el imperativo político de la unidad de los demócratas progresistas

Por Víctor Osorio.
El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.

Qué pueden tener en común la reconocida artista italiana, que recientemente ha fallecido, y Pepe Mujica, el bien respetado expresidente del Uruguay? En circunstancias históricas y geográficas diferentes y, por cierto, con roles distintos en la sociedad, se cuentan entre los partidarios de la necesidad de la unidad más amplia de todos los demócratas progresistas. Un aspecto respecto del cual es pertinente profundizar a la luz de la realidad de Chile.

Como se sabe, Raffaella Carrà fue una famosa cantante, compositora, bailarina, coreógrafa, presentadora de televisión y actriz de origen italiano, que logró reconocimiento mundial. Al momento de su deceso, el pasado 5 de julio, los medios de comunicación destacaron su estilo transgresor y vanguardista. Recordaron, asimismo, su identificación con la izquierda. A este último respecto, rememoraron una entrevista que concedió a la revista “Interviú” en junio de 1977, cuyo titular reproducía una de sus declaraciones: “Siempre voto comunista”.

En las redes sociales, los partidarios de los Partidos Comunistas estallaron en comprensible regocijo y los anticomunistas de diferente tipo oscilaron entre la indignación y el mutismo. Era obvio, por la gigantesca popularidad de la artista.

Sin embargo, pareciera que pasaron desapercibidas las reflexiones más amplias que Carrà expresó en esa extensa entrevista en relación a sus opciones políticas. Es pertinente entonces reproducirlas.

–¿Tiene usted preocupaciones políticas? 

¡Oh, sí! Naturalmente. En las últimas elecciones le he dado mi voto al Partido Comunista, porque pienso que el comunismo es la única solución que hoy puede resolver el conflicto de mi país. Tenemos demasiados demócrata–cristianos y el Partido Comunista puede significar el revulsivo (cambio importante) que establezca un equilibro. Solo un compromiso histórico entre estas dos fuerzas políticas nos alejaría de la guerra civil.

Para comprender el sentido de sus palabras, es necesaria una contextualización histórica. El Partido Comunista de Italia nació en 1921 de la mano de Antonio Gramsci, lo que le otorgó una hechura particular en el movimiento comunista internacional. Enfrentó la persecución del fascismo, tuvo un papel determinante en la Resistencia y, luego de la caída de Mussolini se refundó como Partido Comunista Italiano (PCI) y sumó a sus filas a la Izquierda Cristiana de Italia, por su disposición –influida por las proposiciones gramscianas– de abrir la colectividad a los cristianos. El fundador de ese movimiento, Franco Rodano, será uno de los cuadros más relevantes del PCI; fue muy cercano a Enrico Berlinguer, secretario general desde 1972; y fue un permanente impulsor de la unidad de todo el progresismo.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el PCI emergió como el principal partido de Italia, en términos de su fuerza partidaria e influencia social, cultural y electoral. Su secretario general, Palmiro Togliatti, implementó una política de cooperación con todas las fuerzas democráticas, lo que le permitió acumular una enorme fortaleza. Llegó a ser el mayor Partido Comunista del Occidente capitalista hasta fines de los 70.

Luego del golpe de Estado en Chile, Enrico Berlinguer impulsó una política en el PCI que fue denominada “compromiso histórico” (compromesso storico), expuesta por primera vez en la revista partidaria “Rinascita”. Planteaba la necesidad de que los comunistas impulsaran una convergencia democrática amplia, específicamente con el Partido Socialista y con la Democracia Cristiana, para hacer viable en el plano de las correlaciones de fuerza una perspectiva de cambios profundos. Se trataba, asimismo, de aislar y derrotar a la derecha y la extrema derecha, que –en el caso de la realidad italiana– había puesto en marcha una “estrategia de la tensión”, iniciada con el atentado terrorista de Piazza Fontana, para desencadenar un enfrentamiento político violento y crear las condiciones para imponer una salida autoritaria y conservadora.

El 20 de junio de 1976 se celebraron en el país elecciones generales: las mismas a la cuales hacía referencia Raffaella Carrà en la entrevista en “Interviú”. Los comicios fueron ganados por la Democracia Cristiana, pero el Partido Comunista se ubicó en el segundo lugar con 228 diputados y unos 12,6 millones de votos, y con un crecimiento de 3,5 millones de electores respecto a la elección de 1972. Ello les permitió pasar a la ofensiva con su proposición del “compromiso histórico”. A eso también estaba aludiendo Raffaella Carrà, expresando por cierto su adhesión a esa política.

Al mismo tiempo, el PCI adoptó una concepción teórico–política que fue conocida como “eurocomunismo”, que interpretaban como una reactualización de las ideas gramscianas, y que contemplaba elementos como la necesidad de ampliar las bases de apoyo social de la izquierda desde la clase obrera a los estratos medios, y la validación estratégica de la democracia pluripartidista. La propuesta logró el respaldo de los Partidos Comunistas de Francia y España, y el rechazo de la Unión Soviética.

La política del “compromiso histórico” fue enfrentada, al mismo tiempo, por los Estados Unidos que la consideraba como una amenaza para sus intereses, en la medida que pudiera influir en orientar a la izquierda la política interna del gobierno italiano y, además, alejarlo de la OTAN. El demócrata cristiano Giulio Andreotti, que asumió como Primer Ministro a partir de esas elecciones de 1976, también se oponía al “compromiso histórico”. En cambio, su predecesor en el cargo y correligionario Aldo Moro compartía plenamente la idea de una convergencia de la Democracia Cristiana con el Partido Comunista y, luego de negociaciones en el interior de su colectividad, logró un primer acuerdo que fue conocido como “Solidaridad Nacional”.

En esas circunstancias, el 16 de marzo de 1978 fue secuestrado Aldo Moro por las Brigadas Rojas precisamente en el momento en el cual se dirigía a votar una moción de confianza al Gobierno de Andreotti que sería apoyada por el PCI, que sería la primera materialización del “compromiso histórico”. Fue asesinado el 9 de mayo. Su cuerpo fue abandonado en el maletero de un automóvil en la Vía Caetani de Roma, en un lugar entre las sedes centrales de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Todo un símbolo. La muerte de Moro representó el comienzo del fin de la idea de una convergencia.

Aunque la izquierda radical se opuso desde el primer momento al compromesso storico, el hecho nunca quedó satisfactoriamente aclarado. La viuda de Moro relató, más tarde, un encuentro con Henry Kissinger y un oficial de la inteligencia estadounidense que les advirtió: “Debe abandonar su política (…) o lo pagará más caro que el chileno Salvador Allende. Nosotros jamás perdonamos”.

Pepe Mujica, expresidente de Uruguay entre 2010 y 2015, es hoy uno de los políticos más respetados de América Latina y del mundo. El celebrado realizador cinematográfico Emir Kusturica realizó un documental sobre su trayectoria, “El Pepe, una vida suprema”, estrenado en el Festival de Venecia de 2018. El cineasta lo llamó “el último héroe de la política”. ​

En 1964 se integró a las filas del Movimiento de Liberación Nacional–Tupamaros (MLN–T), que llegó a ser una de las principales fuerzas revolucionarias político–militares de América del Sur. Mujica participó directamente en operativos de guerrilla urbana, resultó herido con seis balazos, fue apresado cuatro veces y, en dos ocasiones, se fugó desde la cárcel de Punta Carretas en Montevideo. En total, pasó casi 15 años en prisión. Su último período de captura se extendió entre 1972 y 1985. Fue uno de los “rehenes” de la dictadura cívico–militar, la que amenazó que serían ejecutados en caso que el MLN–T reiniciara las acciones armadas. Permaneció unos 11 años en aislamiento y duras condiciones de presidio.

Una vez que concluyó la tiranía se incorporó a la lucha política en 1989 a partir de la creación del Movimiento de Participación Popular (MPP), que formó con los antiguos tupamaros y otros colectivos políticos, y su incorporación al Frente Amplio de Uruguay, coalición formada en 1971 con lo vocación de incluir al conjunto del progresismo. En la actualidad está integrado, aparte del MPP, por colectividades como el Partido Comunista; los socialdemócratas Liga Federal, Asamblea Uruguay y Nuevo Espacio; el Partido por la Victoria del Pueblo; el Partido Socialista; el Partido Demócrata Cristiano; y los Partidos Obrero Revolucionario y Socialista de los Trabajadores, expresiones de trotskismo.

Mujica fue elegido diputado en 1994 y senador en 1999, para después desempeñarse como Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca entre 2005 y 2008 durante el primer Gobierno del Frente Amplio, encabezado por Tabaré Vázquez. Tras ocupar la Presidencia, fue elegido otra vez senador en las elecciones de 2014 y 2019. Renunció el 20 de octubre del año pasado a causa de la pandemia y de su edad (85 años en esos momentos), pero permanece activo como líder del MPP, que se ha consolidado como la fuerza mayoritaria del Frente Amplio.

De origen vasco e italiano, está casado desde 2015 con Lucía Topolansky, dirigente histórica del MPP y además Vicepresidenta de la República de Uruguay entre 2017 y 2020. Viven con modestia y austeridad en una chacra en la zona de Rincón del Cerro. De hecho, durante su período al frente del gobierno, desestimó ocupar la residencia presidencial oficial de Suárez y Reyes. Se moviliza en un Volkswagen Escarabajo celeste de 1987. Hoy se dedica a cultivar verduras y alfalfa. También planta árboles.

No ha sido ajeno a la realidad chilena. En las últimas elecciones presidenciales viajó hasta nuestro país para respaldar a Alejandro Guillier. En los comicios presidenciales uruguayos de 2019, señaló en septiembre de ese año: “No queremos ser un país como Chile. Ojalá Chile pueda superar la injusticia que tiene con los mapuches. Ojalá Chile pueda tener algún día estudiantes que no queden hipotecados para terminar la carrera. Ojalá Chile pueda repartir un día como repartimos en Uruguay”.

Unos pocos días después del inicio de la revuelta social, envío este mensaje: “Le tengo que agradecer al pueblo chileno. Sé que están haciendo un sacrificio enorme y que seguramente tendrán dificultades de salida. Pero están demostrando en forma gráfica, no solo para Chile, sino que para todos nosotros los latinoamericanos, que el modelo que recomienda el Fondo Monetario (Internacional), en realidad lo único que trae son contradicciones y tragedias para los pueblos”. Más recientemente, envió un saludo grabado de respaldo a la candidata comunista a la Alcaldía de Santiago, Irací Hassler.

Fue entrevistado por el diario “La Segunda” el jueves 8 de julio. Le recordaron que, en su visita a Chile en el 2017, había manifestado que “la brecha social se les volverá en contra, es un peso que les frena”. Le preguntaron entonces: “¿Lo sorprendió el estallido social de 2019?”.

“No me sorprendió tanto. Acá no había semana en que no vinieran tres o cuatro chilenos, mucho universitario, hablándome pestes, por las dificultades para pagar su carrera, todo eso. Y me daba cuenta que por un lado los números objetivos de Chile andaban fenómeno, en el contexto de América Latina, pero que se estaban confundiendo los números con el sentir de la gente de abajo. Yo creo que (se) pagó el precio de no haber repartido a tiempo”, sostuvo.

En la oportunidad fue consultado por la realidad política de Chile. “La izquierda se tiene que juntar con el centro en todas partes (…) Esta pelea se arregla en quién se lleva el centro. Pero si soy mucho blablá y me creo el ombligo del mundo, me aparto del centro. El centro es vacilante y se inclina para un lado o para el otro”, señaló. Y puntualizó además que “el problema eterno de la izquierda es la falta de unidad”.

Profundizó: “Me puedo equivocar mucho sobre la realidad, pero soy esclavo de una visión histórica. (Francisco) Franco se murió en la cama, porque hasta en plena Guerra Civil (en España), comunistas, socialistas y anarquistas se dedicaban a pelear entre ellos en vez de juntarse a pelear en contra de Franco. Y Adolf Hitler llegó al poder porque la socialdemocracia y los comunistas se enfrentaban (…) Es casi una ley histórica. Entonces, por querer ganar más, tengo menos. Y le cuesta entender eso a la izquierda”.

También le consultaron sobre las políticas económicas que deberían primar en un futuro y eventual gobierno progresista: “Hay mucha deuda social que cubrir, pero la economía tiene que marchar, sino después no hay para repartir (…) Hay que preocuparse de dos cosas: de repartir mejor y de crecer. Por momentos parecen contradictorios, pero hay que recordar lo que hizo la socialdemocracia después de la guerra en Europa, que incluyó a los obreros en los directorios de las grandes empresas. Tratar de entender de que hay un margen de interés común y después pelearse por el reparto. Porque para pelear el reparto, tiene que haber. Había una vieja fábula de una tortuga que caminaba muy despacio y que gana una carrera a la liebre. Bueno, esta es la lucha”.

Por Víctor Osorio. El autor es director ejecutivo de la Fundación Progresa.

Santiago, 11 de julio de 2021.

Fuente: Crónica Digital.

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