[Columna] ¿Educación en el hogar o aula regular?

[Columna] ¿Educación en el hogar o aula regular?

Karla Barría Rain, Psicopegagoga

Nieves Rain, Vicepresidenta de Género Magallanes

El año 2020 quedará en el recuerdo de muchos, la forma de vida que llevábamos hasta hace muy poco, ha dado un giro drástico y ha puesto en evidencia lo falible de todo el sistema ideológico-económico que domina cada ámbito de nuestra rutina.

Para nadie es desconocido que la educación como forma de vida e institución, es uno de los grandes perjudicados, en esta crisis provocada por la pandemia del COVID19. Las prohibiciones de acercamiento y desplazamiento, le alteran directamente. El aula regular, su necesidad de cercanía y la capacidad de infraestructura que imposibilita mantener a los estudiantes a resguardo, le ha obligado a transportar esta tarea a la casa y la obligación de educar ha sido traspasada a los padres y madres.

¿Es esto Educación en el hogar? ¿Es un aula regular?

Ni lo uno, ni lo otro.

La Educación en el hogar como tal, es un tipo de educación alternativa, escogida por los padres, como la forma que consideran más adecuada para que sus hijos se formen. No es una decisión azarosa, ni circunstancial. Es una decisión a largo plazo, que requiere planificación y adecuación curricular.

Lo que vivimos, es una circunstancia con plazo poco definido, pero en definitiva con fecha de término, lo que significa que no se espera que a la larga niños y jóvenes se formen en su casa, si no que se afronte la situación de la mejor manera. Y en esta sociedad de objetivos, metas y competencias, la idea de sortear esto se asemeja a cumplir la producción.

Tampoco es un aula regular. Un aula regular tiene al frente un profesional educado para afrontar la educación masiva (Entre 25 y 40 estudiantes), en un espacio pensado industrialmente para que los discentes memoricen, absorban y (a veces) aprendan los contenidos. En paralelo se espera que internalicen otras habilidades, valores transversales y por supuesto la capacidad de mantenerse sentados entre 8 y 12 horas, de acuerdo a los requerimientos del sistema de trabajo.

Lo que tenemos entonces, es el intenso deseo del gobierno de que los problemas de la “Educación en casa” se resuelvan sin que ellos tengan que pensar la fórmula. Eso se lo han dejado a los docentes y a los padres. No hay una planificación, ni una adecuación. Cruzan los dedos y esperan que la fórmula de la educación en el aula, que ha tenido pocas reformas a través de los años y que ha demostrado ser falible, pueda traspasarse a una casa, usando como aliado a la tecnología que más de la mitad de los chilenos no tiene.

¿Cómo se afronta esto?

En el ámbito curricular y de cumplimiento de metas, mi consejo para los padres es;

1.- No quiera abarcarlo todo, ni ocupar a los niños todo el día.

En la escuela regular, la semana educativa consta de 40 horas semanales, divididas en 2 jornadas. Existen dos razones para esto; por un lado, se espera abarcar toda la jornada laboral de los padres, de manera que éstos puedan cumplir las metas de producción, en un país que gira en torno al mercado. Por otro lado, las cantidades de estudiantes en cada aula, hacen imposible enseñar todo a todos en menos horas.

En un hogar, donde los “estudiantes” son menos, la educación personalizada, permite que no sea necesario realizar más de una jornada diaria, dividida en tres instancias que no duren más de 30 minutos.

Los expertos aconsejan que esta jornada sea en la mañana, que se organice un horario en conjunto con los niños y jóvenes, que incluya las actividades de la vida diaria (Bañarse, desayunar, hacer la cama, ordenar, alimentar a los animales, entre otros).

2.- Estimular habilidades cognitivas

Quizás porque la psicopedagogía es mi ámbito de estudio, mi recomendación se orienta a no enfocarnos tanto en las metas curriculares, como en fortalecer ciertas habilidades que le servirán a largo plazo y que en este minuto se ven comprometidas, por el enclaustramiento obligatorio.

Antes, nuestras redes de socialización incluían conversar y relacionarnos con desconocidos en los desplazamientos a las escuelas y a los puestos de trabajo, con las personas que atienden en los comercios, con los compañeros; esas relaciones, están restringidas a un par de personas, en la actualidad y si a eso le agregamos, pocos espacios de socialización incluso allí, nuestro cerebro y su capacidad se verán afectados. Lo ideal, entonces es establecer rutinas de socialización, que se pueden realizar durante las comidas y ojalá sin distractores (celulares, televisión, radio). Los temas pueden ir, desde compartir la trama de una película, el día a día o incluso establecer normas de convivencia.

Si es posible, utilizar la tecnología para comunicarnos con personas externas a aquellos con quien convivimos; una llamada a la abuela que vive lejos, una videoconferencia con los amigos, no reemplazan la socialización física, pero puede ser de gran ayuda.

La planificación es otro de los comprometidos. Antes nos levantábamos con una idea de lo que haríamos en el día. Bañarnos, vestirnos, desayunar, desplazarnos por la ciudad, llegar a tiempo, salir a tiempo al almuerzo, volver a tiempo después. La vida diaria, era un continuo de planificar. ¿Cómo reemplazamos esto? Con otras actividades de planificación. Un horario distinto cada día, para la rutina. El seguimiento de una receta en la cocina, es ideal para no perder esta capacidad.

Y por supuesto, el lenguaje, la memoria y el cálculo. Nunca está de más estimular estas habilidades y afrontar los requerimientos curriculares cuando los niños y jóvenes vuelvan a la escuela, será mucho más fácil si sus capacidades para retener, organizar y priorizar la información han sido estimuladas. Para esto, lo más entretenido es resolver puzles, crucigramas, sudoku, entre otros juegos de ingenio, que además de desarrollar habilidades, les permite estar ocupado por largo rato y evadir el “terrible” aburrimiento.

3.- Mantener prudencia en el uso de la “pantalla”.

La “Educación en casa” se ha traducido en Chile a pasar muchas horas frente al computador, ya sea en clases online o buscando información para completar las guías obligatorias. Si a eso le agregamos el uso (y mal uso) de las redes sociales, las horas de absorber contenido en los sistemas de televisión por pago (Cable, Netflix), vamos a tener a niños y jóvenes muchas horas frente a una pantalla.

Como, a veces poner horarios de uso de tecnología es muy complicado, mi consejo (impopular) para esto, es: Escoja un día sin pantalla. Nadie morirá y aseguro que será un día productivo para que las cabezas de estos niños y jóvenes encuentren soluciones diversas al problema del aburrimiento. Aburrirse, resolver, jugar, leer, ayudar en la casa no han matado a nadie y seguirá siendo así.

4.- Pensemos en lo positivo

Pese a las circunstancias hay muchas cosas que podemos apreciar del hecho de que la escuela esté detenida:

La primera es que, No hay prisa. No hay peleas en la mañana para levantarse, cambiarse, desayunar, no hay carreras entre el tráfico para llegar a tiempo a la escuela y al trabajo. No hay almuerzos acelerados, sin disfrute. Los niños pueden levantarse y realizar su rutina con total tranquilidad.

No hay competencia. El sistema educativo actual se erige sobre la competencia con el otro. No importando qué valores inculquemos, el aprendizaje de la competencia es algo que se escapa de nuestras manos. Los niños viven en una constante de comparar notas y tareas. De ser los primeros, los segundos y los últimos. Pues no hoy. Podemos darles un descanso de esa presión.

No hay cuestionamientos. La forma de educar en la familia, los valores que les inculcan, la conformación de su familia, la religión, la política, su lugar de origen, son temas recurrentes de cuestionamiento; a veces los adultos, a veces los mismos niños. Inevitable cuando socializamos. Pero detenido en estos días.

Un abrazo siempre disponible. En la situación que vivimos actualmente no hay nada mejor que estar en el hogar, nada mejor que saber que tus figuras de apego están contigo y que si necesitas un abrazo, va a ser de las personas que más quieres. Ese abrazo que no lo reemplaza la “tía” favorita, por más que uno se esfuerce.

Como dice Dorothy “No hay lugar como el hogar”.

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