Al asalto del poder

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Jaime Galaz
Coordinador Movimiento Progresista Universidad de Chile.
Los detentores del poder político nos siguen sorprendiendo, y para mal. No solo por los escándalos de corrupción que sacuden al país, sino porque no hacen nada por solucionarlo, por demostrarnos probidad, en resumen, por dar la talla al cargo que ostentan. Hoy, quienes dicen representarnos, rechazan la posibilidad de que la ciudadanía sepa quiénes y en qué campañas les dieron aportes reservados y plantean una vergonzosa licitación, de un monto millonario, para “limpiar su imagen”.

Aquí es donde se nos viene una pregunta: ¿No podrán o no querrán comprender la magnitud de la crisis de confianza de nuestro país? Creo que la respuesta es que no quieren. A muchos parlamentarios, a muchos políticos no les interesa lo que sucede. Esgrimen, sin vergüenza, la lógica de “si las cosas están mal, qué importa que se pongan peor”.

Lamentablemente, esa es la calidad de nuestros políticos. Sin embargo, hay algo más lamentable aún: muchos de ellos están ahí porque nosotros, como sociedad, lo hemos permitido. Con nuestro voto (sea a ellos o sus coaliciones que luego los ponen en puestos de gobierno), con nuestra desidia y falta de participación, con nuestro desprecio a la idea de nosotras y nosotros tener el poder. La lógica de quedarse en la casa y no ir a votar como reclamo contra el sistema ha demostrado no funcionar. No sacamos del poder a quienes creemos corruptos, poco legítimos y no dignos de representarnos en un cargo si nos quedamos en casa, como espectadores de una obra en la cual no podemos intervenir. No imponemos nuestros términos en un contrato social cuestionado, rancio y con olor a podredumbre cuando decidimos abstenernos de mostrar nuestra opinión, de organizarnos, de hacer ciudadanía con otras y otros con el fin de asaltar el poder. ¿Por qué un dirigente vecinal independiente no puede llegar al poder con su comunidad detrás? ¿Quién dijo que era imposible arrebatarle el poder a quienes han abusado y profitado de él durante tantos años? ¿Por qué no desplazar del manejo de nuestros destinos a quiénes prometen cambios, para luego retroceder en pos de la “racionalidad”, la “realidad” y las excusas que sustentan su cobardía? ¿Quién dijo que no podemos? ¿Qué le pone límites a nuestro asalto al poder? Quizás, nuestra lógica de, simplemente, no participar porque “siempre ganan los mismos”.

Con un gobierno que hoy retrocede y no asume que le mintió al país, con una clase política desprestigiada en lo más profundo, cuando el país cae en las manos de los dictadores de los números no basta cantar por las calles “que se vayan todos”, en la algarabía propia de la protesta popular, es necesario, ante todo, organizarse con la idea firme del asalto del poder. Para que se vayan todos hay una sola opción: sacarlos nosotros con nuestro voto disidente, con nuestra participación y organización política y ciudadana, todo con el fin de empujar los límites. Que no haya cambios sin nosotros, no nos restemos, porque hacerlo es entregarle el poder a los mismos de siempre, a esos que nos tienen hastiados. La ruta del cambio somos todos y cada uno de nosotros.

 

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